martes, 16 de febrero de 2010

Desayuno en Brasil.

Hoy a la mañana, al notar que la cafetera estaba rota, decidí batirme un capuchino instantáneo. A los pocos segundos de acostumbrar a mi oído al típico frenesí sonoro del "bate que bate", empecé a sentir el aroma del café e indefectiblemente me trasladó sin escalas a los veranos en Brasil con mi familia. Cuando mi padre nos levantaba bien temprano, ya que había que "aprovechar" la mayor cantidad de horas en la playa. Además de las miles de anécdotas que ya contaré en otros post, jamás olvidaré aquellas mañanitas.. en Brasil.
Que ricos esos desayunos frente al mar por dios. Todos los días eran como la última cena: frutas, jugo de naranjas bien naturales, café, galletas, una especie de factura, que no eran medialunas lógicamente, yogur de uva (Mi preferido) el cual no existía aún en Bs As. Los típicos dulces en sus característicos frascos de vidrio, los cuales luego de usarlos, se transformaban en vasos. Nada podía ser más perfecto que ese momento del día, la familia entera reunida en la mesa en estado de "vacaciones", donde por más pequeños que podíamos ser, tanto mis hermanos como yo, nos dábamos cuenta de lo relajado que estaban nuestros padres. Podíamos escuchar de fondo el romper de las olas, y una brisa marítima nos hacia cosquillas en el pelo. Era un desayuno de película. En el interior, la casa era enorme, repleta de cuadros y obras de arte talladas en madera. No se, pero había algo en esa casa que me atraía enormemente. Cuando la ceremonia del desayuno finalizaba y mientras todos juntaban sus bártulos (Palabra que me encanta) léase: cremas protectoras, bermudas, libros, tablas de surf, sombrilla, heladerita, etc, etc. Desde la terraza donde quedaban los restos del banquete, me quedaba un ratito más observando el romper furioso de las olas en la orilla, jugando con mis play móvil, mientras que desde la cocina sonaba de fondo la voz chillona de una conductora infantil.
Años más tarde me enteraría que el dueño de la casa donde estuvimos parando en Brasil, se consagraba como un reconocido artista plástico Brasileño y aquella voz chillona que escuchaba desde el televisor, llegaría a ser muy famosa en nuestro país, bajo el sobre nombre de Xuxa. Tampoco pensé que años más tarde también, y ya convertido en adulto, iba a estar parado al lado de la máquina de café de una empresa aérea, batiendo un simple capuchino y que esa acción me iba a transportar aquellos maravillosos desayunos en Brasil.
Aunque no lo parezca, fue bueno empezar mi mañana de martes de esta forma.


Continuará...

1 comentario:

  1. uf, son alucinantes esos mini viajes al pasado!!! A mí me pasa muchos con los olores y los ruidos, como lo conté en una de mis entradas en el blog

    ResponderEliminar