miércoles, 17 de noviembre de 2010

"Al mal tiempo..."

Cara de boludo; digo... buena cara.


El viernes no fue un buen día, por esas cosas del destino no me había armado ningún compromiso. Sin ningún motivo en particular, al salir de lo oficina me pintó el bajón... y si, soy humano señores. Soy de los que piensan que un buen bajón de vez en cuando no es dañino, mientras que no se vuelva costumbre no es peligroso. De hecho, tocar un poco el fondo de vez en cuando, por lo menos en mi caso, me hace ver con más claridad mis objetivos al día siguiente.
Por lo general los días viernes suelen tener un rico sabor a libertad, momento en el cual concluye una tediosa semana laboral y se inicia un período de encuentro con amigos, noches de fogosos encuentros, salidas al teatro, algún evento, ir a comer a un lindo lugar o simplemente el puro placer de sentarme a ver una buena película y comer mucho "Candy", cual gorda pochoclera yankee.
Este viernes que pasó me tomó por sorpresa, no tenía pensado deprimirme, pero pasó, fluyó, diría una ex profesora de expresión corporal.
Volviendo a mi casa, inmerso en los rutinarios 17min. de mi viaje en tren y mientras pensaba: que carajo iba hacer ese viernes? Si me quedaba en casa cual obsesivo del orden limpiando para no hacer nada en todo el fin de semana o bien si iba a ver una obra de danza teatro a la cual le tenía ganas desde hace un tiempo. Pero algo me pasó, tal vez el cansancio de llevar con felicidad una rutina que creo que ya no me pertenece, que está llegando a su fin; o tal vez me dejé llevar por los sonidos decadentes de las conversaciones de los demás teléfonos celulares (Por alguna razón, yo nunca atiendo en un transporte público.) pero empecé a sentir un fuerte dolor de cabeza, como si alguien me exprimiera el cerebro con la intención de sacarle jugo.
Inmediatamente, cuando el tren se aproximaba a Belgrano, casi a la estación donde debía bajarme, recordé la cantidad de veces, cuando en el mismo tren el viaje duraba 35min y cuyo destino final era la casa de mis padres; las veces que soñé conmigo mismo bajando de ese tren y dirigiéndome a mi propio hogar, ya que luego de San Telmo era la zona a la cual quería mudarme si o si. Ni siquiera ese pensamiento o el escalofriante libro de Alan Poe que estaba leyendo pudieron apartarme de mi estado: "Cachetéame y llamame Gertrudis".
Al llegar al dto. sin ganas de nada dejé caer en mi cama y sin prender la tele, sin abrir ventana alguna, lloré hasta quedarme dormido. No fue un llanto desgarrado (Hace años que no lloro de esa forma) fueron lágrimas de cadencia lenta pero con extrema fluidez.
Al rededor de las 3am, me desperté y tenía un mensaje de texto de mi primo Gonzalo diciéndome que lo llamara para coordinar a que hora nos íbamos a encontrar para ir a la fiesta del cumpleaños de su hermana, en una coqueta casa quinta en la zona de Garín. Dudé en ir o no, la verdad que tanto mi cara como el resto de mi cuerpo no tenían la mínima sombra de frescura, pero casi sin pensarlo, le respondí al rededor de las 4 pm con un básico "OK". Sin ningún "porque" sabia que al día siguiente no podía ser peor que el viernes pasado.
No se si es una cualidad digna de ser destacada en mí, pero cual "Ave Fénix" tengo la facilidad de levantarme de mis propias cenizas con una agilidad que hasta a mí mismo me sorprende, tal vez sea producto de la practica. Ese sábado fue todo luz para mí, teniendo en cuenta que mis ánimos no eran los mejores, decidí ayudar a mi prima con toda la logística de la fiesta, guiando a los invitados hacia la zona del petit food, cuidando a los niños presentes que se metían a la pileta a pesar de la viento contacte, sirviendo unas bebidas a mi querida familia, disfrutando del pleno sol del pasado sábado y de un evento que se extendió hasta la noche inclusive.
Nuevamente y luego de la tormenta del viernes, ese día fui feliz. Que difícil me es a veces mantenerme en ese estado. Tengo claro que la plenitud constante no existe y estas bajones son normales, nos pasan a todos, aunque es verdad que estas reacciones no tengan buena prensa y muchas personas se tomen el trabajo de guardarlas bajo la alfombra y poner al "Mal tiempo cara de boludo" o como se debe decir socialmente: "buena cara".

Hoy yo elijo otro camino, me permito llorar el tiempo que haga falta, porque se que al día siguiente el sol saldrá nuevamente, y no solo porque dios lo disponga, sino porque yo mismo aprenda a ver, hasta en los días más grises, donde la tormenta pereciera que todo lo va a inundar, ver mi propio sol, el mismo que nos puede iluminar a todos, solo hay que aprender a correrse a tiempo para que su calor acapare todo nuestro ser.

Continuará...
PD: Juro que no estoy leyendo ningún libro de autoayuda, hoy me pintó esto.

1 comentario:

  1. La lluvia es un factor meteorológico más, tanto como el sol y como el arco iris, no sé por qué tiene tan mala prensa!!!

    La lluvia moja la tierra que está seca, hace que todo florezca con más fuerza y más lindo, hace que los colores se vean con más brillo!!!

    Te quiero

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