lunes, 12 de abril de 2010

TAZA NEGRA CON FONDO TURQUESA

Como decía el slogan del famoso comercial de puros: "El sabor del encuentro", 15 días atrás vivencié el sabor de la tarea cumplida. Un sentimiento que hacía rato no transitaba. Sentimiento que florecía ante cada estreno de un espectáculo mío, ante cada nacimiento de mis sobrinas o bien ante la simple concreción de pequeños objetivos que me fui poniendo en la vida.














A medida que uno va creciendo, va cumpliendo años, se va poniendo... por que no decirlo! màs adulto, el camino (Por lo menos en mi caso.) hacia la concreción de los objetivos se va tornando más dificultoso. Para no sentirme frustrado y abandonar la lucha suelo aferrarme a pequeños elementos, como una especie de amuletos que me ayudan a llegar a la meta. Uno reciente y que recuerdo con mucho cariño, fue cuando decidì irme a vivir a solo.
El mismo dìa que lo puse en mi libreta, ya que dicen que las cosas hay que escribirlas para focalizarlas bien y que se cumplan, como una señal de que en ese momento empezaba mi lucha, pasé por un bazar y me compré 2 tazas negras con fondo turquesa. Al tomarlas en mis manos y luego de supervisar puntillosamente que no estuvieran cachadas en ningún sector, como una especia de flash back auto impuesto, me vi a mi mismo sentado en un sillón en el interior de un departamento mirando una película y en mi mano izquierda descansaba una de las 2 tazas.

Casi 3 años después, el pasado viernes mi hermano festejaba su aniversario de bodas y me dejaba a mis 2 queridas sobrinas bajo mi responsabilidad. Dicen que 10 años no es nada y vaya que esa frase hizo mecha en mis niñas, las cuales en abrir y cerrar de ojos cumplieron 11 y 9 años respectivamente. Uff, reconfirmo y escribo en el espejo cual Nacha Guevara esta frase: "10 AÑOS NO ES NADA".
Apenas llegaron a mi dto. cual adolescentes floggers adelantaras a sus edades (Sobre todo la pequeña de 9 años!!!) tiraron sus bolsos de animé japonés en mi impoluto sillón recto símil cuero negro azabache, el peso de las mismas formaba surcos en sus posaderas y ante mi asombro logré contenerme. Censurando mi espíritu obsesivo compulsivo del orden, no lo corregí. Ellas con el desparpajo y la ingenuidad de sus edades me ayudaron a cambiar unas crecidas plantas a sus nuevas y holgadas macetas de barro. Acto seguido nos fuimos a ver una película. Esa tarde proyectamos "Lluvia de hamburguesas", el titulo no prometía mucho, debo confesarlo más allá que lo importante para mi era compartir el tiempo con ellas. No obstante la película resultó muy piola, no solo para chicos sino para grandes también, se las recomiendo para una tarde con sobrinas o hijos.
Al estar tirados los 3 en mi cama de 2 plazas completando casi todo el espacio físico, pude advertir la 1er señal de su crecimiento y del transcurso de los 10 años junto a ellas. A veces me cuesta entender, como hasta hace 10 años atrás, esas personitas no existían y como era mi vida sin ellas. Al llegar la noche nos fuimos a comer afuera, o mejor dicho a un restaurante de comidas rápidas, a pedido de las niñas lógicamente. Nos comimos casi 5 combos entre los tres, los cuales incluían unos exquisitos sundaes de postre. Durante la cena rápida ellas hablaron sin parar, al mismo tiempo que adicionaban a su hamburguesa, con el profesionalismo de un chef: papas fritas, aderezos de varios colores, intercambiándose tomate por lechuga según sus propios gustos, Para rematar todo ese acting con un golpe seco a la tapa superior de emparedado, cual pase mágico, que les permitiò a semejante banquete pasar a través de sus pequeñas boquitas pintadas (Con permiso de la madre llevaban brillo de frambuesa en sus labios.) Esa fue la 2 señal que me hacía verlas de manera diferente e indefectiblemente retrotraerme 7 años atrás, cuando en el mismo local de comidas rápidas, quedaban casi inalterables los combos en la mesa, ya que el objetivo más preciado por ese entonces era obtener un juguete plástico de los que consiguen en el barrio de Once pero 10 veces mas caro e ir inmediatamente a jugar al pelotero (Años despues, por reiteradas demandas fueron sacados de la mayoria de estos locales de fastfood.) Hoy ya no había esos pedidos, por el contrario la conversación rondaba acerca de sus últimas vacaciones en la playa, o en las zapatillas "Pony" que la mayor había visto en el shoping o en la notebook que tenía pensado comprarse la menor (9 años!!!) con sus ahorros de la comunión.
Al llegar a casa nos pusimos como objetivo jugar algún juego de mesa o ver la 2da. parte de "Crepúsculo" (En este momento no recuerdo el título original) y quedarnos despiertos hasta aguantar, hasta ver el sol (Dijo la más grande) como hacen los adolescentes (Pense yo). Por supuesto que ganó la 2da opción; tal parece que los juegos de mesa en las nuevas pijamadas ya no están de moda, aunque me parecía un plan encantador ver el amanecer junto mis sobrinas desde la terraza de mi casa, tirados en una reposera los tres cubiertos por la misma manta. Tal vez algún día lleguemos hacerlo.
Mientras yo intentaba conectar la reproductora de DVD al LCD (Por dios! porque tiene tantas salidas estas TV nuevas!!), la más grande chequeaba sus e-mails por 3ra vez en el mismo día sin comprender porque no tenia ninguno nuevo, la menor salió del baño con su pijama (El mismo ya no era de princesitas sino de 47 Street) y con cara de: "Mi reino por una cama! (3ra señal de que ya no eran mis bebes), reposó su rostro sobre la almohada y en un abrir y cerrar de ojos, cuando la peli ya estaba pronta a iniciarse, cual "Bella durmiente" en pleno conflicto del cuento se durmiò placenteramente.
Solo transcurrieron 25min. de película y la mayor, la más “pre-adolescente” también cerrò sus ojos, luego de confesarme que ya había visto la película en 2 oportunidades y que no me había dicho nada porque quería que yo la viera a pesar de que la 1ra era mejor q esta. Obedeciendo su pedido (A pesar de que tenía razón, la 1ra era mejor), terminè viendo la película sentado en mi sillón "Pierre Paulin" estilo años 60, ya que entre las patadas de "karate kids" de la menor y los ronquidos de la mayor se me dificultaba la concentración. Al terminar la proyección, y mientras corrían aún los títulos atravesados por una canción melosa, típica de los finales de película Hollywodense para teens. Me encontró sentado en el nombrado sillón de época, tomando los restos de un té verde en mi tasa negra con fondo turquesa casi en un rol de estatua viviente. Sin proponérmelo, pude advertir que dicha imagen era lo más cercano a la que había soñado 3 años atrás… en aquel bazar de la avenida Sta Fe donde habìa adquirido las tasas, cuando veia tan lejana la concreción de este gran objetivo. No fue un deja vou, eso se los puedo asegurar ya que la escena era diferente: En mi sueño estaba solo sentado frente a un televisor con mi taza negra con fondo turquesa y en este caso estaba rodeado de mis sobrinas (Imàgen insuperable.) Me detuve si, pero sin darle demasiada entidad a ese momento. No quise profundizar sobre el hecho ya que pensé que no era el momento indicado para darle rienda suelta a mi emoción, ya que si por casualidad llegara a despertarse alguna de mis sobrinas no sabría explicarle lo sucedido o bien q era lo que estaba pasando. Tal vez hubiesen pensado que el tío estaba loco y lloraba con una taza en la mano (Que imagen patética no?)
Acto seguido apagué la tele y me fui al sillón cama del living, en busca de un descanso. Sabia que a más tardar a la 8am, mis niñas estarían con los ojos abiertos de par en par, diciéndome: "Y ahora que hacemos, vamos a ir a la quinta?"
Era una noche templada, por lo que no coloqué ningún tipo de manta en el sillón. El ventanal que comunica a la terraza estaba abierto de par en par y por la claridad de la noche se notaba que en breve arribaría la cálida luz del amanecer de un retrasado verano que estaba empecinado en no dejarle aire al otoño. Intenté dormir y hasta pretendí no darme por enterado de lo que me estaba pasando, del momento que habìa percibido timidamente en la habitaciòn con las niñas. Obviamente a los pocos minutos, me incomparé casi como un robot, me calenté otro té verde y salí a la terraza del pequeño departamento de Belgrano a presenciar el amanecer. Sentí que era lo debía hacer en ese momento y lo hice: Llevaba solo conmigo una bermuda floreada, una remera blanca con el cuello en “V” vencido por el paso de otros veranos, mi taza negra con fondo turquesa en la mano izquierda, y me dejé, simplemente... estar. Me entregué a los pocos sonidos que una ciudad cosmopolita podría brindarle a un amanecer de domingo. Claro está que me faltaron algunos de detalles: como mis sobrinas quienes dormían en la habitación, como la manta, como la reposera de madera de cedro, como la 2da taza que en su momento había comprado en el  bazar y que 1 mes atrás había roto al intentar lavarla, entre otros detalles. Aunque esa mañana, mientras la chicharra de un tren se escuchaba en la lejanía, sentí por un momento que todo estaba donde tenía que estar, de alguna u otra manera diciendo "presente", que todo era tal cual como lo había soñado 3 años atrás.
Solo... mirando el amanecer, atravesando un sentimiento que me cuesta expresar en palabras: tan pleno y tan llano al mismo tiempo. Desde ese lugar, en las alturas, pude saborear el hermoso gusto de la tarea cumplida, de la meta superada, del pequeño gran objetivo logrado.
Ese amanecer me di el tiempo que nunca tengo para pensar...  para mirar..  para reír… con tanto gozo (40min despues aprox.) Recién cuando mi barbilla empezó a sumergirse en el sol de aquel inolvidable amanecer, comprendí que nuevamente la película había llegado a su fin. Los créditos ya los conocía de memoria, por lo que volví a descansar a mi sillón cama. Apenas al cerrar los ojos no recordé más.

(Este párrafo adrede lo quiero escribir en tiempo presente)
Ellas, mis sobrinas, quienes desde hace poco más de 10 años forman parte de mi vida dándole mas sentido, más responsabilidad,  mas contenido.
Ellas que me hacen verme a mí a su misma edad en situaciones similares. En una lucha constante para no repetirme en viejos errores que "adultos" de ese entonces cometieron conmigo.
Ellas quienes en pocos años van a necesitar alejarse de nosotros (Su familia) para salir, experimentar con sus nuevos amigos. Ya no va a ser un buen plan ir a dormir a la casa del tío "artìsta".
Ellas, las mismas que cuando estén por finalizar su adolescencia van a sentir, tal como lo sentí yo, la necesidad de volver a los suyos. Ya sea para presentarnos a sus novios, ante cualquier problema o bien para pedirnos una mano con sus nuevos proyectos laborales, etc. Ahí pretendo estar yo, fuerte, dándoles la contención que necesiten para el caso.
Ellas cuando se transformen en adultos y lleguen a mi edad actual (Y esto si que lo deseo fervientemente) al leer este blog me entiendan, recuerden con nostalgia esas pijamadas y se enteren de lo que pensaba su tío cuando las miraba raro, con su taza color negra de fondo turquesa en la mano y tal vez se preguntaban por que el tio se queda tildado ante alguna pregunta nuestra.
Ellas... mis señoritas "L" y "R"... mis pequeñas boquitas pintadas.



Continuará...
PD: Otro día hablaré de mis amaneceres adolescentes o no tanto, os prometo.




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